...y cuando la Feria del libro hubo pasado, después de un merecido puente lleno de disfraces y máscaras, cuando el olor dulzón de las calabazas de Halloween aún se percibía en el aire, aunque velas estuvieranya apagadas y sus sonrisas comenzaran a ser más blandas que maléficas, un miércoles cualquiera, en fin, puede que hasta un dos de noviembre, la Biblioteca se llenó de lecturas terroríficas.
Los alumnos y alumnas de primero y segundo de la ESO se fueron adentrando durante algunos días en ese espacio familiar pero distinto. No es solo que la Biblioteca tuviera murciélagos, lápidas o telarañas, que sonara una sobrecogedora música escogida, que la luz estuviese apagada o que a lo lejos la luna se alzara sobre una mansión siniestra. Era, sobre todo, un lugar tranquilo, recogido, libre de su ajetreo ordinario, en el que crear un ambiente propicio para leer, en español o en inglés, para contar y comentar sobre el miedo, sobre las leyendas, sobre espíritus y monstruos. ¿Qué hay mejor que sentir el miedo en la piel que se eriza? ¿Qué sabor paladeamos con más placer que el de la intriga en la historia que narramos? Y, sobre todo, ¿qué es una biblioteca sin sus fantasmas? De modo que ya sabe, señor Harker, entre libremente y por su propia voluntad.
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